Una empresa ganadera despide a su veterinaria por pillarla cuidando a su bebé mientras estaba de baja

¿En qué se parecen una vaca y un niño recién nacido? La pregunta parece el comienzo de un chiste, pero si lo fuera, para la trabajadora de esta empresa ganadera de León no tendría demasiada gracia: esa aparente similitud fue el motivo de su despido. 

Se encontraba de baja por una tendinitis de Quervain —una tendinitis que afecta a la mano y hace especialmente dolorosos los movimientos del pulgar —, pero la escasa gravedad de su dolencia levantó las sospechas de la empleadora, que pensaba que estaba en perfectas condiciones para trabajar. La empresa contrató a un detective para que la investigara, y este no tardó en descubrir que la trabajadora hacía vida normal: cuidaba de su hija, hacía la compra, etc. La empresa, ante lo que percibió como un fraude y una «transgresión de la buena fe contractual», zanjó el asunto con el despido inmediato de la trabajadora. 

Si en su estado podía alzar bebés, también podía cuidar de las vacas.

No pareció precuparles demasiado que ni siquiera hubieran pasado doce meses desde el nacimiento de su hija, un periodo (esos doce meses) que está especialmente protegido por el artículo 55.5 c) del Estatuto de los Trabajadores. («Será nulo [el despido] de las personas trabajadoras después de haberse reintegrado al trabajo al finalizar los períodos de suspensión del contrato por nacimiento […], siempre que no hubieran transcurrido más de doce meses desde la fecha del nacimiento»).

Y, claro, el recorrido judicial del despido fue el esperado: primero, en los Juzgados de lo Social de León, donde el despido ya fue declarado nulo y, después, en el TSJ de Castilla y León, que dictó la sentencia el pasado dos octubre.

«[…] aportar una pericial en la que se describe como la actora desarrollaba una vida ordinaria con su hija menor no es, como se pretende, sinónimo de fraude en el acceso a la situación de baja laboral», apunta del magistrado ponente del TSJ de Castilla y León, «pareciendo notorio que el cuidado de un lactante, o el transporte de la compra diaria no comporta las exigencias propias del manejo y cuidado del ganado». 

Muchos padres discreparán de esta afirmación: cuidar de un hijo con normalidad puede ser menos exigente para los tendones, pero las vacas no te quitan horas de sueño, no monopolizan tus conversaciones, no te manchan los pañales limpios recién puestos y no acaban fumando a escondidas y aficionándose a los chicles de fresa para intentar que no te des cuenta. 



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